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Tienes el garbo de una palmera,
Y son tus pechos los racimos.
¡Ya he pensado trepar a esa palmera
y apoderarme de sus dátiles!

¡Sean tus pechos cual racimos de uvas,
y tu aliento, cual aroma de manzanas!

¡Sea tu paladar como el buen vino,
y que fluya, amado mío, por tus labios,
y se deslice por tus dientes!

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